miércoles, 15 de abril de 2009

Una vida indestructible


Ya lejos de la ciudad, Siddharta caminó por el bosque. Sólo sabía una cosa con certeza: que no podía volver, que la vida que había llevado durante años había pasado, concluido, y que la había gozado hasta hastiarse.
Había muerto el pájaro cantor con el que soñara. El ave de su corazón había dejado de existir.
Fue un profundo cautivo del sansara, se embebió de asco y muerte por todas partes, como una esponja absorbe agua hasta empaparse. Siddharta estaba lleno de fastidio, de miseria y muerte; ya no existía nada en el mundo que pudiese alegrarle o consolarle.
Con ansiedad deseaba no saber nada de sí mismo, permanecer tranquilo, muerto. «¡Que caiga un rayo y me mate! -pensaba-. ¡Que venga un tigre y me coma! ¡Que tome un vino, un veneno que me adormezca, que haga olvidar y dé un sueño sin final! ¿Queda alguna suciedad con la que todavía no me haya manchado? ¿Un pecado o una necedad que no haya cometido? ¿Un vacío del alma sin sentir? ¿Era posible respirar y aspirar una y otra vez, sentir hambre, volver a comer, dormir, permanecer junto a una mujer? ¿No se había agotado ya ese círculo para Siddharta?»

Llegó junto a la orilla del gran río del bosque, el mismo que le hizo cruzar un barquero cuando todavía era joven y venía de la ciudad de Gotama. Se detuvo vacilante a la orilla del río.
El cansancio y el hambre le habían debilitado. ¿Para qué seguir adelante? ¿Hacia dónde ir? ¿A qué destino? No, ya no existían objetivos; lo único que palpitaba era una ansiedad profunda y dolorosa de arrojar ese sueño confuso, de escupir ese vino soso, de zanjar esa vida miserable y vergonzosa.



Ese era su deseo: ¡La muerte, la destrucción de la forma odiada! ¡Que los peces devoren ese perro de Siddharta, ese demente, ese cuerpo desmantelado y podrido, esa alma decadente! ¡Que los cocodrilos se lo coman! ¡Que los demonios lo descuarticen!
Con el rostro desencajado clavó su vista en el agua: al ver el reflejo de su cara escupió en el agua. Lleno de abatimiento separó el brazo que apoyaba en el tronco y se volvió un poco para deslizarse y hundirse de una vez para siempre. Se hundía hacia la muerte con los ojos cerrados.

En ese instante sintió una voz llegar desde remotos lugares de su alma, del pasado de su agotada existencia. Era una palabra, una sílaba que repetía maquinalmente una voz balbuciente; se trataba de la vieja palabra, principio y fin de todas las oraciones de los brahmanes: el sagrado Om, que significa «lo perfecto» o «la perfección». Y en el momento en que la palabra Om alcanzó el oído de Siddharta, de repente despertóse su espíritu adormecido y reconoció la necedad de su intención.
Siddharta se asustó profundamente, y pensó cómo había podido llegar a aquel punto; se
encontraba perdido, confuso, abandonado de toda sabiduría. Había intentado buscar la muerte. Un deseo tan pueril había podido crecer en su interior:
¡Encontrar la tranquilidad apagando su vida! Lo que no habían logrado en todo ese tiempo la tortura, el despecho y la desesperación, lo consiguió el
Om al penetrar en su conciencia. Siddharta reconoció su miseria y su error.

-Om -repetía-. ¡Om!

Y de nuevo volvió a tener conciencia del Brahma, del carácter indestructible de la vida... que había llegado a olvidar.

miércoles, 1 de abril de 2009

¿Cómo reconocer a una bruja?



-Y yo, ¿apesto?
-Para mí no -contestó mi abuela-. Para mí hueles a fresas con nata. Pero, para una bruja tu olor es asqueroso.
-¿A qué huelo? -pregunté.
-A caca de perro -respondió mi abuela.
-¡A caca de perro! -grité, ofuscado-. ¡No es cierto!
-Aún hay más -añadió mi abuela con una pizca de malicia-. Para una bruja, tú hueles a caca de perro humeante.
-¡Eso es súper-falso! -exclamé-. ¡Yo no huelo a la caca de perro, eche humo o no!
-Está probado -dijo mi abuela-. De nada sirve ponerse a discutir.
Estaba enrabietado. No llegaba a creerme lo que acababa de afirmar mi abuela.
-Si ves a una mujer tapándose la nariz cuando se cruce contigo por la calle -añadió-, lo más seguro es que se trate de una bruja.
-Venga, dime otro detalle para descubrir a una bruja -le pedí, queriendo cambiar de tema de conversación.
-Los ojos -dijo mi abuela-. Observa bien los ojos. Los ojos de una bruja son diferentes a los tuyos o a los míos. Si te fijas, la pupila de la gente es siempre negra. ¡La pupila de una bruja será siempre coloreada, y en ella verás agitarse llamas y cubitos de hielo! ¡Con eso basta para echarse a temblar!
Mi abuela, satisfecha, se hundió en el sofá y lanzó una bocanada con su pestífero cigarro. Yo estaba sentado a sus pies, mirándola fascinado. Ella no sonreía, parecía muy seria.
-¿Hay otros detalles? -pregunté.
-Por supuesto que sí -dijo mi abuela-. ¡Para mí que aún no has comprendido que las brujas no son verdaderas mujeres! Se parecen a las mujeres. Hablan como las mujeres. Actúan como las mujeres. ¡Pero no son mujeres! En realidad, son criaturas de otra especie, son demonios que se han disfrazado de mujeres. Por eso tienen garras, cráneos calvos, grandes apéndices nasales y ojos de hielo y fuego. Tienen que ocultar todo eso para hacer creer que se trata de mujeres.
-¿Hay otros trucos para desenmascararlas, abuela? -repetí.
-Los pies -dijo-. No tienen dedos en los pies.
-¡No tienen dedos en los pies! -exclamé-. ¿Y qué tienen en lugar de dedos en los pies?
-Nada -contestó mi abuela-. Tienen pies con la punta cuadrada, sin dedos.
-¿Andan con dificultad? -pregunté.
-Un poco -contestó mi abuela-. Los zapatos les dan algunos problemas. A todas las mujeres les gusta llevar zapatitos de punta fina; pero una bruja, cuyos pies son muy anchos y cuadrados, experimenta al calzarse un auténtico calvario.
-¿Por qué no usan cómodos zapatos de punta cuadrada?
-No se atreven -respondió mi abuela-. De la misma manera que ocultan su calvicie con el uso de pelucas, las brujas ocultan sus pies cuadrados gracias al empleo de bonitos zapatos de punta fina.
-Debe de ser muy incómodo para ellas -dije.






Diabólicas brujas. Roald Dahl
Imagen: MacBeth and the witches. Fuseli

miércoles, 18 de marzo de 2009

CONFIANZA



No pierdas tu vida por aquello que se te va a quitar. Confía en la vida; si confías, sólo entonces podrás abandonar tu conocimiento, sólo entonces puedes poner tu mente a un lado. Con la confianza, se abre algo inmenso. Entonces la vida no es una vida ordinaria; se vuelve llena de Dios, desbordante.Cuando el corazón es inocente y los muros han desaparecido, quedas unido al infinito. Y no te sientes engañado: No hay nada que se te pueda quitar, ¿porqué tendría uno que tener miedo de que se lo quiten? No se te puede quitar, no hay posibilidad, no puedes perder tu verdadero tesoro.


Osho The Sun Rises in the Evening Chapter 9


lunes, 16 de marzo de 2009

NUESTROS CORAZONES LATIRÁN COMO UNO

When you walked in the room
Moving on Vaseline
Coated in petals and fuel
A cover of a magazine
Our bodies came to a halt
Our bodies turned into light
Well I don't know about you
But I want it, I want it, I want it, I want it Añadir imagen
Tonight
I can picture you knocking on my door
Getting naked in the hallway
But hey, dressed would be as good
We're like the fish in the sea
We're like the birds and the trees
Don't want to lead
Don't want to follow
I want to love, love, love, love you tonight

David Fonseca



A Eduardo